En la falda gravitacional
de una estrella enana
orbita la órbita del ojo
en la ausencia del cráneo
del dios de otro mundo.
En los respiros de Tierra seca
de la Tierra-Océano
millones de diminutos confluyen;
riadas de genes
caen sobre un Épendorf.
El dios saliva y frota las manos:
toda la carrera
humana termina entre sus labios.
La evolución
es plato de un dios.